Mi nombre es demasiado complicado para
que se logre pronunciar entre mortales, tan sólo algunos están
predestinados a invocar mi poder, y al traducido a vuestra lengua tan
sólo tienes “Dios de la noche” o “Dios de la oscuridad”.
Provengo de las profundidades más recónditas de éste mundo y el
alterno. Desconozco como fue mi nacimiento, pues mi conciencia ya
existía mucho antes de poseer una figura digna de mi voz y mi
portento. Soy un ser meticuloso, racional y en ocasiones peco de
frivolidad al quedar absorto en creaciones y talentos humanos, para
nada prácticos en mi mundo. Todo demonio se siente atraído
irremediablemente por seres inferiores y sus capacidades, como si
estuviésemos ante las puertas de como surgimos nosotros y nos
desarrollamos hasta ser lo que somos.
Mi presencia sólo trae muerte y
destrucción de una forma fría y calculadora, como la de otros
demonios. Sin embargo, mi insistencia y mi deseo de seguir ciertos
pasos, por duros e inútiles que puedan parecer, me hacen ser
radicalmente distinto. En éste mundo mortal paso desapercibido con
el nombre de Gabriel. Resulta incoherente que tome el nombre de un
arcángel, pero quizás es mi deseo de parecer uno ante aquellos que
me llaman rogándome favores.
Físicamente poseo casi treinta años,
un afeitado bien rasurado y un cabello largo castaño de aspecto
sedoso e indomable. Mi estatura alcanza el metro noventa centímetros,
quizás algo alto para la media pero como he dicho soy algo frívolo.
Mis ropas pueden cambiar dependiendo del ambiente en el que me mueva
y de la personalidad que use. Puedo parecer un muchacho nuevo en la
ciudad buscando un motel donde pasar la noche o un rico y joven
empresario con un poder inmenso que aún no sabe controlar.
¿Eres tú la persona elegida? ¿Te
atreves a desafiarme?
La cuenta atrás ha comenzado.
Dieu vous bénisse!
ResponderEliminarImmanuel